Para dar respuesta a este interrogante y analizar el impacto en el ambiente y en la salud, la Universidad Nacional de La Plata llevará a cabo una jornada a cargo del Dr. Osvaldo Spinelli y el Ing. Miguel Staiano. El encuentro será el jueves 8 de junio.
Aunque no podemos verla, está por todos lados. De hecho, tendríamos que encerrarnos en un enrejado metálico o Jaula de Faraday para no estar atravesados por radiación electromagnética. ¿De qué se trata esta radiación? Se trata de campos eléctricos y magnéticos que oscilan en el espacio a una dada frecuencia y tienen la capacidad de transportar energía. Los efectos de la radiación electromagnética sobre los seres vivos son muy variada, porque depende de la energía que transportan, que a su vez está relacionada con la frecuencia de oscilación de los campos. Estas frecuencias van desde unas pocas oscilaciones por segundo hasta las altísimas frecuencias de los rayos cósmicos, pasando por la luz visible, en lo que se conoce como espectro electromagnético. Cuando la radiación tiene frecuencias bajas – hasta el valor que corresponde a la luz ultravioleta- la energía transportada por la radiación no es suficiente como para ionizar los átomos arrancándoles los electrones más externos, se la llama no ionizante, y no puede producir daños genéticos en las células.
“Como sí se ha comprobado que las radiaciones ionizantes producen cáncer, son las más estudiadas y más conocidas. En cambio, sobre las las radiaciones no ionizantes hay menos interés y muy poca gente tiene información” sostuvo el Dr. Osvaldo Spinelli, médico y docente en el Departamento de Informática Médica y Telemedicina de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNLP.
Para contribuir con una adecuada representación del riesgo respecto de estas emisiones, la dirección de Gestión Sustentable dependiente de la secretaría de Ambiente y Conservación de Recursos Naturales de la UNLP, organizó una Jornada titulada “Radiaciones no Ionizantes: impactos en la salud y el ambiente”.
Es la segunda vez que se lleva a cabo y el Dr. Spinelli será disertante, junto al Ingeniero en telecomunicaciones Miguel Staiano, quien es miembro del Consejo Profesional de Ingeniería de Telecomunicaciones, Electrónica y Computación (COPITEC) y lleva realizadas más de 3000 mediciones de radiaciones no ionizantes en todo el país.
Espectro electromagnético. Fuente: Instituto Nacional del Cáncer.
¿De dónde vienen estas radiaciones no ionizantes?
Por ejemplo, las emisoras de radio, los hornos de microondas, las comunicaciones por telefonía móvil o el wi-fi son desarrollos tecnológicos basados en estas radiaciones no ionizantes. Otras fuentes, como los tendidos eléctricos, los electrodomésticos, los antiguos monitores y televisores, generan radiación no ionizante sin que sea el fin de su funcionamiento.
Aunque esta radiación no puede alterar el ADN celular, sí puede generar efectos en los tejidos. Algunos de estos efectos son muy evidentes, como el efecto térmico que genera un horno de microondas; otros en cambio, están actualmente bajo estudio y discusión.
Preventivamente, en 2011 el IARC (International Agency for Research on Cancer) ubicó a las radiaciones en el rango de frecuencias de 30 kHz a 300 GHz en el grupo de riesgo 2B, es decir, con posibles efectos carcinogénicos para los humanos. Aunque esta clasificación generó preocupaciones en la población sobre los posibles riesgos para la salud asociados con los campos electromagnéticos, “ese riesgo estimado es comparable al de comer carnes rojas procesadas o tomar bebidas a más de 60 grados, que sería riesgo 2A”, aclaró Spinelli.
No obstante, en un contexto de proliferación de antenas y conexiones inalámbricas, desde entonces las radiofrecuencias no ionizantes han sido estudiados en múltiples investigaciones en personas y animales sin que se encontrara evidencia sólida de que puedan causar cáncer, aun superando muchas veces las potencias empleadas.
Se ha sugerido también que la exposición crónica a campos electromagnéticos de radiofrecuencias podría tener efectos en el sistema nervioso y sobre la fertilidad, sin embargo, las evidencias son no concluyentes al respecto y se continúa investigando.
Pero a modo precautorio respecto de los efectos sobre la salud y el ambiente, existe una normativa del Ente Nacional de Comunicaciones (ENACOM) que regula las emisiones, de acuerdo a niveles recomendados por la Comisión Internacional de Protección de Radiación no Ionizante (ICNIRP).
Monitoreo en la UNLP
En 2017, Spinelli y Staiano realizaron un monitoreo para determinar el nivel de exposición a las radiaciones no ionizantes en ámbitos académicos de la UNLP, explorando la banda de frecuencias de 100 kHz a 3 GHz. Para ello realizaron mediciones exteriores en lugares seleccionados de las diferentes unidades académicas. En la Facultad de Ciencias Médicas se efectuaron además mediciones interiores en lugares de alto tránsito, e incluso con varias horas de permanencia en el lugar de exposición.
El equipo dirigido por Spinelli encontró que los valores máximos estuvieron siempre por debajo del valor máximo permitido de 0,2 miliWatts por centímetro cuadrado. El único caso en que las mediciones fueron superiores al máximo fue cuando se realizaron a 20 cm de los artefactos eléctricos de iluminación. Sin embargo, la intensidad de la radiación decae muy marcadamente con la distancia, de modo que a las distancias habituales respecto de las fuentes de iluminación, los niveles están dentro del rango recomendado.
Celulares y Wi-Fi
Las emisiones de los celulares y la exposición al Wi-Fi son otras de las radiaciones a las que estamos sometidos. En el caso de los teléfonos, la distancia se vuelve relevante cuando hablamos por celular, la fuente de radiación está muy cerca de nuestros tejidos. Parte de la potencia emitida es absorbida por nuestra piel, aumentando su temperatura. Si bien este efecto es real y medible, ese aumento es imperceptible. De hecho, nuestro organismo está preparado para resolver cambios de temperatura mucho mayores, como cuando acercamos la mano al fuego o nos exponemos al sol. Sin embargo, para evitar este calentamiento, se suele recomendar limitar la exposición a distancias muy cortas usando la modalidad manos libres, el envío de audios y mensajes escritos en vez de las llamadas.
Las asociaciones de pediatría en el mundo desaconsejan el uso de celulares en niños. Spinelli es muy categórico al respecto: aplicando el principio precautorio, no deberían usarlos bajo ningún concepto. Se basa en que su sistema nervioso está aún en desarrollo, hay una superconductividad del tejido cerebral y resulta así más susceptible a la radiación, pero sobre todo en que las paredes del cráneo infantil son más delgadas. Staiano y Spinelli estudiaron en 2019 la atenuación producida por cráneos de diferentes espesores. Ante la imposibilidad de realizar estudios in vivo, emplearon calotas de niños de diferentes edades y adultos provistas por la Cátedra de Anatomía.
“Colocamos un teléfono celular pegado al cráneo y medimos la radiación del otro lado del hueso. Comprobamos que a medida que aumentaba el espesor del cráneo, la radiación que registraba el instrumento era menor. Es decir, en los niños hay una mayor penetración de la radiación en relación al tamaño de la cabeza, porque la atenuación que produce el cráneo es menor”, afirmó Spinelli.
Antenas visibles e invisibles
Por su parte, Staiano, que es un referente en la medición ambiental de radiación no ionizante, busca despejar el temor respecto de las antenas de base para la telefonía celular. El ingeniero intervino como experto en un conflicto en que el municipio de General Güemes, Salta, dispuso por ordenanza la relocalización de antenas de telefonía celular, regulación que fue declarada inconstitucional por un fallo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación al no tratarse de un problema de Salud Pública.
“Con las antenas de celulares ocurre un fenómeno interesante. Tener una red de muchas antenas permite el empleo de potencias menores. Pero como se ven, no las queremos cerca, y existe además un prejuicio visual: cuanto más altas, parecen peor. Sin embargo, la antena en sí misma mide menos de dos metros, el resto es torre”, sostuvo Staiano.
Otro factor a tener en cuenta es que la potencia disminuye con el cuadrado de la distancia a la fuente de la radiación, por lo cual a pocos metros la atenuación es notable. Según el ingeniero, “pocos se preocupan en cambio, por las antenas que no están a la vista. Cada celular tiene actualmente 5 antenas: para 2G, 3G, 4G, Bluetooth y Wi-Fi. Son antenas pequeñas llamadas fractales, diseñadas para maximizar el perímetro respecto de la superficie y están ubicadas cerca de la base del teléfono”.
Estas pequeñas antenas que no vemos también emiten radiación, por lo que el experto desaconseja usar el celular mucho tiempo demasiado cerca, o ponerlo debajo de la almohada al dormir.
“Después de todo, nuestra vida depende de pequeñas dosis de radiación no ionizante”, reflexionó Spinelli. “Sin ella, no sería posible la fotosíntesis, ni podríamos ver ni sintetizar la tan necesaria vitamina D. Todos nuestros procesos biológicos producen corrientes y pequeños campos electromagnéticos.” Y agregó Staiano: “Como suele decirse, por sí mismas no son buenas ni malas, sino que depende de la dosis”.